Es necesario leer Nunca hagas enfadar al lobo feroz para poder comprender mejor la historia de Nunca digas no a un lobo feroz.
—Ponme otra.
Liam O´Brian negó con la cabeza mirando con pesar al humano que tenía frente a él al otro lado de la barra, no era habitual verlo por el bar sin la presencia de Kenneth pues habitualmente acudían al local juntos desde que los dos se conocieron en la Academia.
Olisqueó el aire notando el olor a embriaguez que sudaba el policía por cada poro de su piel. Se le veía pálido, más delgado que la última vez que estuvo en el bar hacía un mes y con unas sombras bajo los ojos que delataban la falta de sueño que estaba sufriendo.
—Mejor no, amigo, ya estás borracho, no necesitas más alcohol en tu organismo. Acaba esa copa y vete a casa a descansar.
Luke Johnson soltó una carcajada seca y apartó el botellín medio vacío de cerveza fría que estaba tomando. El bar O´Brian daba vueltas a su alrededor y sabía que si en esos momentos se intentaba poner de pie iba a caer de cabeza contra el suelo y quedar espatarrado en medio del local con ganas de vomitar hasta la primera papilla y llorar como un niño pequeño por su patética vida.
—No estoy suficientemente borracho, aún soy capaz de recordar y por tanto de pensar, ponme otra. —Al ver como el maldito chucho que tenía delante negó con la cabeza e intentó agarrar el botellín para tirarlo a la basura, le gritó—. Joder, ¿qué debo hacer para tener otra cerveza?
—Irte a casa a descansar la borrachera que tienes encima y venir otro día si te quedan ganas de pasar otra resaca. Vete a casa, Luke, sabes bien que no puedo darte más alcohol, ni dejarte coger el coche, voy a llamar un taxi para que venga a recogerte y...
Estaba cansado, harto de su vida, de haberlo perdido todo en apenas unos segundos, todos los planes que había armado tras una simple respuesta que se rompieron en miles de pedazos, lanzándolo al abismo de la desesperación. El último mes desde el fatídico día, o como él lo llamaba NDLZ, se metía más y más en la mierda de la autocompasión, encerrándose dentro de un caparazón de ironía y odio al mundo del que ni quería, ni estaba dispuesto a salir por mucho que su parte racional le dijera que sería lo más sano para él.
Y en esos momentos le jodía que el maldito chucho le estuviese mirando con lástima grabada en sus ojos, en cada uno de sus gestos. No era un puto niño que necesitaba ser protegido y lo que estaba sintiendo le estaba asfixiando. Quería emborracharse hasta olvidarlo todo y no recordar nada. Ni a su familia que no dejaban de telefonearle varias veces al día para preguntarle cómo estaba o recriminarle no haber hecho todo lo posible para mantener a Amanda a su lado, ni a la sensación de pérdida y fracaso que sentía cada maldito minuto del día.
¿Motivo? Su Amanda, la mujer con la que quería fugarse a Las Vegas, casarse y formar una familia le había dicho que NO. NO quería casarse con él, NO a formar una familia y NO a seguir en el piso que compartían. Así que cuando todo sucedió se encontró con una maleta delante de la puerta y un portazo que dio por finalizado dos años de relación.
NDLZ, la noche de la zorra fue la peor noche de su vida, en la que vio cómo su sueño de formar la idílica familia junto a la mujer que creía que era la “elegida” se esfumó entre sus dedos, junto con todos sus ahorros al verse obligado a dejar todo atrás porque a la HDP no le salía de los ovarios irse del piso.
Nota de Luke para quien no lo sepa: HDP Hija de Puta.
Y ahora, tras treinta días en el que se hundió en la mierda, rememorando una y otra vez las últimas horas de la relación, aun se preguntaba qué es lo que había hecho mal, qué es lo que hizo para que Amanda le diera con la puerta en las narices y lo largara del piso esa misma noche.
Kenneth lo tenía claro cuando se lo contó todo al día siguiente de lo sucedido desde el motel de mala muerte al que fue a descansar, o más bien a refugiarse porque no consiguió pegar ojo esa noche. Los dos compartieron las cervezas frías que llevó hasta el motel Kenneth, maldiciendo al género femenino, exceptuando por supuesto a Gabrielle O´Brian la mujer pantera que se desposó con su amigo. Kenneth lucía esa cara de recién casado que parecía el protagonista de un anuncio de compresas (valeee, pongamos que prota de anuncio de desodorante para hombres machotes que le caen mujeres del cielo), con marcas por el cuerpo, sobre todo en el cuello (y sí, esos mordiscos deben doler por mucho que el lobo diga que no) y oliendo a sexo por cada poro de su cuerpo.
El cómo se conocieron era de película, pues estuvieron a punto de detener a Gabrielle y al final acabaron esos dos emparejándose uno tras el volante del coche patrulla y la otra desde la ventanilla, entre gruñidos, palabras como “celo”, “aparearnos”, “unión mágica”..., vamos, un uga uga romántico a morir que poco más y acaban follando contra el capó.
«Tiene a otro. No hay otra explicación posible, amigo»
Si era así no lo había visto, no vio ningún detalle que le indicara que la estaba haciendo infeliz y que le estaba poniendo los cuernos. Ni que era una zorra disfrazada de linda ovejita que esperó a rematarlo cuando más expuesto se mostró a ella.
Y ahora..., estaba jodido, a un paso de provocarse un hígado graso de tanto alcohol y con una baja médica por recomendación del Comisario Jones al verle tan “apagado”.
Biennn.
Perfecto.
Cornudo, sin apartamento, sin trabajo que lo distrajese y teniendo que soportar cada vez que quedaba con Kenneth cómo olía a gata en celo y le brillaban los ojos por TODO el sexo que tenía con su mujer.
Era irónico ahora que lo pensaba, pues al final quien se casó fue el que iba a ser el padrino de su boda, y por todo lo alto, en una celebración que mejor olvidar, porque el que estuvo a punto de marcar territorio, comerse la mesa principal del convite y hacer otras barbaridades fue él, tras beber tres botellas de champán y otras cosas que ni recordaba. El destino era una puta que se corría haciendo sufrir a tipos como él, porque todo se volvió en su contra, el padrino de su idealizada boda se convirtió en el novio, lo perdió todo de un día a otro, y el que peor se comportó de los invitados en la ceremonia fue él, no los invitados de los novios pese a que eran chuchos y gatos, miembros de una raza de cambiantes que vivían escondiendo su naturaleza de la sociedad humana, ya que muy pocos humanos sabían de su existencia.
El espectáculo que dio aun era comentado, y le constaba que había una web privada de lycans con la que se reían del video que le grabaron, menos mal que no lo subieron a youtube o en esos momentos sería viral por las redes sociales, pues a todo el mundo le gustaba ver cómo un borracho medio desnudo jugaba a ser tarzán con una de las cortinas de la sala, estrellándose contra los músicos al grito de Ouhhh ouhhh.
Lamentable.
Un gran paso a la fama entre los lycans que hasta le pedían selfies por la calle si lo reconocían.
¿No querías ser famoso cuando eras niño?
Toma fama.
—Vete a casa Luke, te ves como la mierda, ve a descansar.
La voz del primo más joven de Kenneth le devolvió a la realidad. Parpadeó un par de veces, cerró la boca e intentó que los dos Liam que veía ante él se volviesen uno solo, pero al ver que no iba a suceder, les respondió:
—¿A qué casa? La maldita se quedó con todo, bueno no, me dejó al gato. ¡Qué coño hago con un gato! Menos mal que el motel de mierda en el que estoy me permiten mantenerlo, creo que lo hacen porque hay ratas... —Se rió solo, de algo que nadie más en el bar comprendió. Estaba dando el espectáculo del día siendo el centro de atención pero él no se daba cuenta. Seguía tambaleante, con voz pastosa y mirada turbia sentado en uno de los taburetes de la barra, apestando a cerveza y luciendo como un muerto en vida— … ¡Les voy a cobrar por cada rata que mi leona cace! Así dejo la policía y me forro.
Liam suspiró y negó con la cabeza. No tenía muy claro si llamar o no a Kenneth para que viniese por su amigo. Pero no quería molestarlo, o más bien, a la compañera de este, esa felina daba miedo cuando se enfurecía, podía ronronear a Kenneth pero con los demás era una perra disfrazada de gatita.
—Luke, ¿te estás escuchando? ¡Quieres prostituir a tu gata de diez años! ¿No ves que estás borracho y que debes ir a tu casa a pasar la mona?
Este negó con la cabeza sin dejar de mostrar esa mueca de borracho feliz, al menos no era como los lycans que cuando bebían dejaban salir a la bestia de su interior y acababa el bar pareciendo a una perrera con tanto lobo suelto.
—No lo estoy..., bueno si..., no... —Negó de nuevo con la cabeza, apoyando las dos manos en la mesa, buscando que el bar dejara de bailar a su alrededor. Tenía el estómago revuelto a un paso de vomitarlo todo—. .., no estoy muyyy borracho, aún puedo caminar y por eso me tienes que dar más cerveza, quiero olvidarlo todooo, como los vulcanos. Esos si que molan, ¿sabes? Un click y fuera preocupaciones, sin sentimientos..., aunque eso del pon farr es una perra que les muerde cada siete años y no debe ser muy... —Se rió en alto, atrayendo toda la atención de los lobos que estaban en el bar. Para desgracia de Luke ese día estaba lleno y algunos de ellos a un paso de sacar el móvil para grabarle de nuevo, ya que era el famoso tarzán de la boda más comentada de la ciudad— ...Qué cojones, ¡el pon farr debe molar muchísimo! Todo el puto día en celo, follando como conejos, y así durante días hasta que la fiebre del pon farr se vaya.
Liam le sacudió el brazo intentando que dejara de divagar como un borracho y se centrara.
—Luke, ¡por la luna llena! Estás dando el espectáculo y luego te vas a arrepentir y...
—¡No! —Este dio un manotazo fuerte levantándose tambaleante del taburete a un paso de caerse de bruces al suelo—. De lo que me arrepiento es del tiempo que pasé con esa perra...
—¡Eh! Deja de insultar a nuestras hembras —Escuchó Luke una voz a su espalda que no pudo reconocer.
No iba a volverse porque se la pegaría seguro, así que levantó un brazo con la mano abierta y gritó a su vez:
—¡Tienes razón, tío! Amanda no es una perra, es una maldita rata que se lo ha quedado todo menos la puta gata. ¿Cómo me pudo decir que no?
Liam giró la cabeza de un lado a otro negando, sin saber muy bien qué hacer. Podía sacar a rastras al humano y meterlo en un taxi para que lo llevara hasta la casa de su primo pues no tenía ni donde quedaba ese “motel de mala muerte” donde se alojaba el policía. Pero antes de emplear la fuerza bruta temiendo dañarle, intentaría convencerlo que estaba haciendo el ridículo y que debía irse a casa a sufrir la resaca.
—No lo sé Luke, nadie puede saberlo, solo ella, pero debes pasar página y...
—¡Seis putos polvos le eché esa noche! Vamos oh, gritó como una loca en cada uno de ellos y cuando le suelto la pregunta me dice que no, que no soy lo suficiente hombre para ella. —Alzó la cabeza y miró desafiante al frente, donde ahora tres Liam le devolvían una mueca entre sorpresa e incredulidad que estuvo a punto de reventarle de la risa. Sí, con el alcohol el mundo era más llevadero, todo lo veía de color..., comenzamos de nuevo, todo lo veía borroso, doble, pero sin duda las preocupaciones habían desaparecido por completo—. Como un vulcano en pon farr, seis putos polvos por toda la casa, ¿y no soy suficiente hombre? ¿Qué cojones buscaba esa perra? —Esta vez nadie le replicó, ni le echó en cara que dejara de usar el apelativo perra como un insulto, todos eran lycans y no les sentaban nada bien las bromas “caninas”, porque TODO el mundo estaba con la boca abierta, alucinando por las divagaciones del borracho, por lo que estaba soltando por esa pastosa boquita.
Liam carraspeó deseando borrar de su mente lo último. ¿Por qué los borrachos tenían la desagradable manía de soltar todo lo vergonzoso de sus vidas cuando bebían? ¡Ah, sí, In vino veritas! En el vino está la verdad, cierto, y por desgracia los camareros se convertían en dueños de secretos que daban ganas borrar de sus mentes a golpes.
—Amigo, las mujeres son extrañas, no intentes comprenderlas.
—Sí, si, tienes razón, son raras, y joder lo que hay que soportarles para poder follarlas... —Se rió con voz pastelosa, sin dejar de tambalearse.
A Liam la actitud del policía le recordó a un árbol a punto de caer al suelo, sin saber muy bien por donde tirar, izquierda, parpadea, derecha, parpadea varias veces, derecha de nuevo y wuooo.
Derecha definitivamente.
La caída fue estrepitosa y el ruido alertó a todos. Luke se golpeó contra las barras de las butacas y se debió abrir la cabeza porque comenzó a oler a sangre.
Liam saltó la barra y se acercó hacia el gimoteante humano que seguía boca abajo en el suelo.
—¡Luke! ¿Estás bien? —«Debí llamar a Kenneth para que viniese a por él, ahora me va a matar cuando sepa que se ha partido la cabeza en mi turno». Pensó mientras se agachaba para levantar al borracho policía—. Te voy a llevar al hospital para que revisen esa cabeza dura que tienes, ¿ok?
Escuchó unos ruidos que no podía identificar, pero parecían sílabas, así que o bien se había golpeado más fuerte de lo que pensaba o entre la borrachera y el dolor de la ostia que se metió, el humano estaba balbuceando o más bien gruñendo incoherencias más propias de los cachorros recién nacidos que de un adulto.
Le cogió de los brazos y lo levantó poco a poco, para que no le vomitara encima. El olor a vómito era difícil de enmascarar y más para un lycan con un olfato super desarrollado.
—¡Oh! Hay cuatro tús, jajaja.
Liam rodó los ojos escuchando las carcajadas de borracho del policía. Este se mantenía a duras penas de pie, riéndose de una broma que solo él le veía la gracia. El resto de los presentes sonreían divertidos ante el espectáculo que estaba dando el único humano que entraba habitualmente en el bar.
—Sí, sí, Luke, lo que tú digas, ahora se un humano bueno y no te resistas mientras voy a...
—¡SUÉLTALE!
Liam se tensó ante el grito que escuchó. Miró con nerviosismo hacia la puerta mientras su cuerpo luchaba por obedecer la orden. Era como un hormigueo que le instaba a hincar las rodillas en el suelo y a ofrecer su cuello.
«Eso solo me sucede cuando estoy delante de...»
Oh, no.
No podía creer lo que estaba viendo. Era imposible, pero ahí estaba, a unos metros de él, cubriendo la puerta de entrada, el lobo alfa de las manadas lycans de EEUU, mirándole con unos ojos que prometían dolor y muerte, si no cumplía sus ordenes.
—¡No te lo repetiré una segunda vez, lobo! ¡Suéltalo ahora mismo!
Esta vez no pudo luchar contra la orden, así que abrió los brazos y dejó caer al humano que seguía con la risita de borracho sumergido en su mundo de yupi de paz, felicidad y mucho alcohol.
«Oh, joder». Musitó para sus adentros Liam temiendo por su vida.
Al haber obedecido, Luke cayó de nuevo al suelo, y este tras un golpe seco seguido de un quejido de dolor, se había quedado tumbado boca abajo, murmurando incoherencias que por suerte no comprendía.
La ostia que se había llevado era buena pues cayó de cara, estampándose contra las duras baldosas, rompiéndose posiblemente la nariz y el labio, aunque esperaba que no fuera así, pues el alfa estaba mirando alternativamente al humano y a él con una expresión feroz en su rostro.
Lo iba a matar, sí o sí, por tocar al policía y por dejarle caer al suelo.
—¡TÚ! —rugió el alfa entrando del todo en el local, cerrando la puerta tras él de un portazo que sobresaltó a todos.
Los lobos presentes no tardaron en arrodillarse al suelo e inclinar la cabeza cuando el recién llegado les barrió con la mirada. Todos le expusieron el cuello en un gesto de sumisión total, evitando mirarle a los ojos, aunque si que lo hacían de reojillo.
Liam alzó los brazos en señal de paz. No quería problemas, pero parecía que hiciese lo que hiciese los problemas lo iban a cazar a él, quisiera o no.
—No le he hecho nada, solo seguí órdenes. Él es un amigo e iba a llevarlo a casa de..
El gruñido de advertencia le dejó paralizado, saboreando al amargo miedo. Sin poder pronunciar palabra acabó de rodillas al lado de un gimoteante y balbuceante Luke, exponiendo el cuello.
El alfa avanzó por el local hasta detenerse frente a ellos, no dejó de gruñir, mostrando los dientes con furia, los ojos de un color amarillo y brillantes, el voluminoso cuerpo tenso, a un paso de abalanzarse contra el lobo que consideraba su enemigo en esos momentos.
—¡Tú, le has hecho daño! —Olisqueó el aire, gruñendo de nuevo, con ese tono grave y oscuro que ponía los pelos de punta—. ¡Mío! —gruñó con voz animal, posando la mirada en el cuerpo del policía, quien era ignorante de todo lo que estaba aconteciendo en el local—. ¡Dañaste a mi compañero!
«Ostia putaaa». Pensó Liam temblando de miedo a un paso de mearse encima. El destino era una zorra que se burlaba de él, y de qué manera. ¿Quién iba a imaginar que Luke era el compañero para toda la vida de un alfa? ¿De un macho? ¿Del jefe de todas las manadas de EEUU? Él no, al menos, y seguro que el humano tampoco, sobre todo cuando no dejaba de repetir que él no era maricón cuando Kenneth le abrazaba efusivamente. Al humano le incomodaba las muestras de camadería de los lobos, que buscaban contacto físico bien en peleas o con abrazos entre sus amigos de camada. El contacto era muy importante en el mundo de los cambiantes, una manera de afianzar la amistad, de captar el olor de tus congéneres y de mostrarles el tuyo, pero para Luke, pese a ser un humano que los conocía era desconcertante y se apartaba realizando bromas, y asegurando que necesitaría una buena ducha para quitarse el olor a chucho mojado.
Estuvo a punto de reír en alto al imaginar la cara de Luke cuando se enterase que había sido marcado públicamente por un hombre, por un alfa, que no le iba a dar tregua, que iba a perseguirlo hasta que fuera suyo, cuando las ganas se apagaron fulminantemente al sentir el aliento del alfa sobre el cuello. Le estaba olisqueando, sin dejar de gruñir y mostrándole los dientes. Si daba un paso en falso podría ser atacado por el lobo, y él siendo un beta no le daría tiempo a transformarse para defenderse.
Se quedó quieto, aguantando la respiración.
«No me muerdas, no me muerdas... Joder Luke cuando estés sobrio te voy a pegar un tiro». Juró cerrando los ojos y dejando su vida en manos del puto del destino.
—No hueles a él, no lo has montado.
«¿Montado?»Repitió en su mente, entreabriendo los ojos, suspirando aliviado al ver que ahora el alfa estaba olisqueando a Luke.
—Es mi... —Tragó saliva al ver que el alfa le devolvió la mirada al escuchar su voz. Aquel hombre era atemorizante, y él al ser un lobo beta no asistía a ninguna reunión de manadas que se celebraban por todo el país. A Donovan Murray solo lo conocía por los reportajes de las revistas onlines que se publicaban en las webs de los cambiantes. Estaba acojonado, lo reconocía, pero tenía que aclarar la situación, el temperamento de un alfa era variable, un volcán a punto de erupción que no avisaba cuando iba a estallar y él no quería convertirse en Pompeya, cuanto antes dejara claro su relación con Luke mejor que mejor—. Es mi..., mi amigo. Un humano que...
—Sí, lo huelo. Es humano. —Lo olisqueó de nuevo rozándole la espalda con la mano izquierda.
Y el cabrón de Luke gimiendo como una puta ante esas caricias.
«Eso mamón, tú jadeando y yo a punto de ser destrozado por tu compañero».
Esta vez no pudo ocultar la sonrisa que cruzó su rostro al imaginar el momento en que el humano supiera la verdad, lo que había acontecido en el bar, a la vista de todos, cómo había sido marcado por un lycan poderoso entre los clanes que se veía dispuesto a cargarlo y llevarlo a la cueva del lobo para devorarlo por completo. Oh Luke, ya sabía que regalarle para su próximo cumpleaños, nada de espadas láser o sables de esos de Star Wars para ver cómo se enfadaba y los rompía despotricando contra George Lucas el creador de la saga, este año tocaba... una capa roja, para el “caperucito” que iba a ser devorado por el lobo feroz.
—¿Qué relación tienes con él? ¿Por qué te has atrevido a tocarle?
Liam se sobresaltó ante la avalancha de preguntas. Al estar de rodillas estaba a la altura de la penetrante y atemorizante mirada del alfa, quien seguía acariciando a Luke a lo largo de toda la espalda.
—Es mi amigo. —«Y ya lo he dicho varias veces, joder. Parece que no escuchas, coño.» Esto no se atrevió a decirlo en alto, pero si que lo pensó, insultando con diferentes palabras al lycan que lo mantenía paralizado con solo mirarle a los ojos—. Es policía en esta ciudad, y en la Academia se hizo amigo de un primo mío y...
—Nombre del lycan que es amigo de mi compañero —le interrumpió con voz cortante.
No admitía réplicas, y como lycan no sería capaz de hacerlo, en sus genes llevaba la obediencia a los alfas, y más cuando era el que gobernaba con mano dura los clanes del país.
—Kenneth O´Brian, quien trabaja como compañer...
El gruñido que brotó de los entreabiertos labios del alfa le puso los pelos de punta a un paso de gimotear como un cachorro. Joder, había pasado tanto tiempo con el imbécil -ahora mismo te odio a muerte- de Luke acostumbrándose a su manera de hablar, olvidando la importancia entre los cambiantes de la palabra compañero, un lapsus que le podía costar la vida.
—Es el agente que trabaja con Luke. —Señaló al cuerpo que seguía tendido en el suelo,… roncando. «Hijo de puta, ¡te has quedado dormido! Puto borracho de los cojones, cuando estés sobrio te voy a matar. ¡NO! Mejor, que el alfa te parta el culo en dos y así me reiré cuando vengas arrastrándote al bar cojeando al tener el ano como la bandera de Japón».
El lycan dejó de acariciar la espalda del policía al notar cómo este se relajó por su toque y al escuchar los suaves ronquidos que resonaban por el silencioso local. Desvió la mirada del beta que seguía en actitud sumisa ante él y posó los ojos sobre la esbelta figura de su compañero.
Llevaba cuarenta años existiendo, viviendo una vida vacía en la que internamente añoraba el tener una compañera, quien lo recibiese siempre con una sonrisa y le lamiese las heridas causadas por la crueldad de su mundo. Ser el alfa de los clanes del país conllevaba riesgos que gustoso aceptaba, pero llegaba un momento en la vida que quería tener a alguien con quien compartir la carga. Toda su vida creyó que su compañera iba a ser una lycan hembra con quien aullar a la luz de la luna y poseerla en el clamor del influjo lunar tanto en forma animal como humana, pero... Miró con atención el cuerpo de su compañero, sorprendiéndose al notar como su polla reaccionaba ante la fuerza que percibía bajo las capas de ropa que llevaba el humano. Su lobo estaba más que satisfecho con la elección del destino.
La vida le tenía deparadas muchas sorpresas y una de ellas, y la mayor de todas, sin duda, era que en lugar de una compañera, tenía un compañero y para complicar la cosa..., humano. Frágil, con quien no podría aullar a la luna, a quien no podría marcar con su forma animal, y a quien sus enemigos lo pondrían en lo alto de su lista para acabar con él a través de su muerte. Y aún así, a pesar de todos los peros que su parte racional le susurraba al oído, estaba orgulloso de haberlo encontrado, de ser afortunado tras cuarenta años en la oscuridad. Poco importaba si fuera hombre, o mujer, si no iba a ser la madre de sus hijos -pues siempre le quedaba la opción de adoptar-, o si era humano o un lycans, ERA SUYO, su compañero, y su lobo ya lo había reconocido como tal, y su corazón ansiaba poder conocerle, poder enamorarse de él y ver el amor en sus ojos al corresponderle.
La unión entre compañeros era algo mágico que no todos tenían la suerte de conocer, muchos morían sin llegar a ver encontrado a su otra mitad del alma, los que si habían tenido la fortuna de haberlo hecho siempre describían lo mismo: la electricidad en el ambiente, la voz del lobo que le gritaba que era ella, que era él, el furioso ritmo de los latidos, el fuego y el deseo que bullía en su interior, todo su ser gritaba que la había encontrado, a la mitad de su alma, la luz de su vida.
Nunca creyó esas palabras hasta que lo experimentó mientras pasaba la limusina, que lo trasladaba del aeropuerto a su hotel, cerca del bar, ni siquiera le dio tiempo al conductor a parar cuando él abrió la puerta y saltó fuera del vehículo. Ahí dejó al lobo tomar el control de su cuerpo y llevarlo a donde le gritaba por dentro que tenía que ir. En cuanto abrió la puerta del bar y lo vio, el mundo se rompió a sus pies, el corazón se detuvo unos segundos y todo su cuerpo tembló de anticipación, de deseo, de furia, de pura alegría.
Era él.
Al fin. Tras cuarenta años...
Donovan Murray, cerró los ojos e inhaló profundamente, excitándose ante el aroma varonil que desprendía el policía. No iba a lamentar la decisión del destino al imponerle un humano como compañero, no cuando era suyo para proteger, no cuando llevaba tanto tiempo anhelando tener a alguien con quien compartir la dicha y las penurias de su cargo, con quien vivir, pues hasta que no lo conoció, hasta que no le tocó, su vida había sido vacía.
Y ahora que lo había encontrado lo atesoraría y se aseguraría de que no se alejara nunca de su lado.
Gruñó al ver que el beta estaba demasiado cerca de su compañero y sonrió cuando le vio trastabillar y tropezar con uno de los asientos que estaban cerca de la barra. Su lobo aullaba dentro de él de alegría, de deseo, rasgando su piel desde dentro con ganas de salir, de poder presentarse ante su compañero, ante el humano que había reconocido como suyo.
—¿Cómo se llama mi compañero? —preguntó con voz enronquecida, saboreando la palabra compañero. Aún no podía creer la suerte de haberlo encontrado, su otra mitad, quien lo complementaría, la luz en la oscuridad que era su existencia.
—Luke —farfulló con voz nerviosa el beta sin llegar a mirarle a los ojos cuando se le quedó mirando esperando una respuesta, manteniendo en todo momento una actitud sumisa.
—Luke —repitió Donovan, rompiendo la mirada con el otro lycan para posarla sobre el desmayado cuerpo del humano.
Se agachó hasta posicionarse sobre el cuello expuesto de su compañero. Le apartó la camisa y dejó expuesta la piel, palpitante, de una tonalidad como los rayos dorados del sol, y sin previo aviso le mordió, hundiendo los colmillos hasta hacerle sangrar.
El humano se removió y se quejó en sueños, pero no se apartó hasta que se aseguró de dejar la marca del reclamo en su piel. Se apartó unos centímetros y lamió la dolorida zona, sonriendo internamente al escuchar el gemido de placer que brotó de los labios de su compañero.
—Mío —murmuró con una alegría que hacía tiempo que no experimentaba—. Yo te reclamo ante miembros de mi especie, lucirás mi marca y todo aquel cambiante que la vea sabrá que me perteneces. Eres mi compañero, mi otra mitad, el pedazo de alma que me faltaba y me acompañarás en mi camino como alfa hasta que la muerte me reclame o te reclame —susurró sin dejar de acariciar los rubios cabellos del humano. Todo Lycan sabía que cuando un miembro de la pareja moría, el otro no tardaba en seguirle, eran incapaces de continuar sin su otra mitad.
«Esto se lo tengo que contar a Kenneth, no se lo va a creer.» Se dijo para sus adentros Liam, con los ojos abiertos como platos, mirando de reojo para no ser atrapado.
Kenneth lo iba a matar cuando le contase como el alfa de las manadas de EEUUmarcó públicamente al borracho de Luke, para luego cargarlo al hombro y salir del local sin decir ni una palabra.
—Me va a matar —masculló cayendo de rodillas al suelo nada más ver como la puerta se cerraba tras la salida del alfa y de Luke.
Hasta ese momento ni siquiera se dio de cuenta que el bar estuvo en un sepulcral silencio hasta que el ruido hizo presencia, con todas las voces de los presentes al mismo tiempo. Era un estruendo de gritos, sonidos de sillas arrastrándose por el suelo al levantarse muchos de ellos de golpe, incapaces de asimilar lo acontecido.
¿Acababan de presencia cómo el alfa de los lycans del país había reclamado a un humano policía y heterosexual en medio del bar?
Sí, lo acababan de ver, y aún así eran incapaces de asimilarlo.
—Lo he grabado todo.
Liam se levantó del suelo y buscó al que había gritado eso. Lo localizó al fondo del bar, un felino que aparecía de vez en cuando en el local desde la boda de Kenneth con la gata. Si no recordaba mal era uno de los hermanos pequeños de la mujer de su primo.
—¿Todo? —repitió, preguntando en alto.
El felino asintió y mostró su móvil, uno de esos de última generación que lo tenía todo y que parecían pequeñas tablets de bolsillo.
—¿Se lo podrías pasar a Kenneth?
—Sí, no hay problema, tengo su teléfono desde la boda. Gabrielle nos obligó a tratarle aunque fuera un chucho, —Gruñidos de protesta que ni alteraron al felino, quien continuó—, y ahora tenemos un grupo de WhatsApp para comentar la Liga de Béisbol. —Liam negó con la cabeza, lo que hacía Kenneth para caerle bien a la familia de su mujer, a los lobos el béisbol no les gustaba, les parecía un deporte lento y absurdo, de tira la pelota y ve a buscarla, preferían el hockey, y muchos lycans eran jugadores profesionales que arrasaban en las pistas en los mejores equipos del país.
—Ok, ok, envíaselo ahora mismo, y dile que ni se le ocurra hacer ninguna locura que el alfa no le hará daño a Luke.
—Ahora mismo se lo envío, ¿pero no sería mejor que le llamaras?
Liam negó mientras veía como el felino tecleaba en el móvil a una velocidad asombrosa.
—No gracias, le tengo mucho aprecio a mis pelotas, desde hoy desaparezco del mapa una temporada, no quiero saber nada, así que ya sabéis, pagad la cuenta y largaos, el bar está cerrado.
Muchos protestaron pero hicieron lo que les dijo sobre todo porque querían regresar a sus casas y contar lo que habían visto, poder comentarlo por las redes sociales lycans.
“El famoso tarzán reclamado por el alfa del país” Un titular que iba a ser lo más buscado en la web de cambiantes.
—Joder Luke, si estuvieses aquí te diría... que la fuerza te acompañe porque lo vas a necesitar cuando despiertes y veas lo que tienes encima —farfulló Liam cerrando el bar tras ver desfilar a todos, el felino fue el único que se detuvo unos minutos para hablar con él y para asegurarle que sí, que era mejor que se largara de la ciudad una temporada pues Kenneth estaba a un paso de coger el coche e ir a por él tras visualizar el vídeo, según el policía tendría que haber defendido a muerte a Luke e impedir que el alfa se lo llevara.
YA.
Qué fácil decirlo cuando no tenías unos colmillos descomunales a unos centímetros de tu cuello y tu lobo interior gritaba gimoteante ante la presencia del alfa. Pero seguiría el consejo del gato y se iría lejos, muy lejos por un tiempo.
Al día siguiente
—¡Dios, la cabeza me va a reventar!
—Enseguida le traigo un ibuprofeno, señor.
—¿Señor? —repitió en voz baja Luke, abriendo los ojos enfrentándose a la mirada de un hombre trajeado que estaba a un palmo de distancia—. ¡Ahhh!—gritó asustado al ver al otro tan cerca, levantándose de golpe de la cama con tal mala suerte que las sábanas y mantas se le enrollaron en las piernas y acabó de cabeza en el suelo.
El mayordomo de la muerte, como lo apodaría más tarde Luke se acercó hasta él y le ayudó a levantarse, como si no pesara nada.
—¿Se encuentra bien, señor? ¿Quiere que le traiga ahora la medicación junto con su desayuno?
Ok, necesitaba ese ibuprofeno pero a la de YA, además de una ostia bien dada para que el mundo dejara de dar vueltas a su alrededor y su maldito estómago parara de bailar la salsa, además del dolor que sentía en la cara del golpe.
Se apartó del hombre y dio unos pasos hacia atrás, observando con cuidado la habitación. No la reconocía. Sencillamente, no tenía ni puta idea de dónde estaba. Lo que era evidente, era que aquella habitación sudaba dinero, era amplia, casi tan grande como todo su antiguo ex piso, con una gran cama en el centro del cuarto, grandes ventanales, cortinas de esas con pinta de caras, alfombras mullidas, muebles dorados y en plan barrocos,...
—¿Dónde coño estoy? —le soltó a bocajarro, le dolía la cabeza, tenía una resaca de mil demonios y se había despertado en un lugar que no conocía, con un hombre de esos de película de terror de psicópatas en serie a un palmo de narices y con la extraña sensación en el pecho de que había sucedido algo importante que era incapaz de recordar.
—En su hogar.
«Estoy ante un psicópata peligroso». Pensó sin mostrar que estaba cagado de miedo por dentro. Era policía había sido entrenado para actuar en situaciones de estrés, para enfrentarse a la muerte cara a cara aunque sintiera ganas de hacerse una bola y esconderse del mundo, como cualquier otro ser humano.
—Señor, le repito ¿dónde estoy? —Se palpó los bolsillos en busca de su cartera para poder enseñarle la placa de policía. No la encontró, estaban vacíos. Ok, perfecto, indocumentado en una habitación que destilaba poder y dinero ante un psicópata disfrazado de mayordomo de película B de terror.
—Será mejor que le traiga el desayuno y venga el señor Murray a hablar con usted, ya debería haberle avisado que se ha despertado. —Esto último parecía que se lo dijo a sí mismo, como si temiese ser reprendido por algo que se olvidó.
No le dio tiempo a replicarle pues cuando abrió la boca para responderle el otro ya estaba saliendo del cuarto.
—Joder, joder, ¿dónde coño estoy? —susurró nervioso y asustado, a él nunca le pasó lo que sus compañeros de Comisaria alardeaban muchas veces, de emborracharse y despertar en una cama que no era la suya junto a una buenorra que le devolvía la sonrisa de buena follada en cuanto veía que estaban despiertos.
Toda su vida giró en torno a hacer lo que sus padres siempre quisieron a ser el mejor en los deportes, en los estudios, a rechazar las drogas que le ofrecían o a no beber más de lo que su cuerpo soportaba sin llegar a emborracharse,.. el hijo perfecto, el hermano perfecto, el policía perfecto, el novio perfecto...
¡JA!
Para luego ver cómo toda su vida se iba al garete, cómo no le quedaba nada más que un vacío de derrota en su interior.
Si lo pensaba seriamente no amaba a Amanda, la idealizó al considerarla la mujer de su vida, la futura madre de sus tres hijos, y la compañera infatigable hasta que la muerte los separara, pero... con los días, con el rencor que le ahogó, con las borracheras que enlazó una tras otra por el dolor de la pérdida, por la horrible sensación de derrota... Se percató que no era amor lo que sentía pues lo que más le jodía era la sensación de haber perdido el camino, el rumbo que marcó desde joven, el que debía seguir para mantener a todo el mundo contento.
Amor no era lamentar perder un ideal, un sueño en el que quiso creer pero que no era la realidad. Amar es entregarse sin reservas, confiar ciegamente, vivir con el orgullo de estar al lado de tu media naranja, de sentirse agradecido por cada día a su lado, de cabrearse y mandarla a la mierda sin dejar de pensar que es el amor de tu vida, amar... es...
Es algo que no experimentó con Amanda, ella le decepcionó y si lo pensaba fríamente cuando no estaba bajo los efectos del alcohol (y desde hoy se juraba no beber más que le dolía la cabeza como si le hubiese pateado un elefante varias veces), él no la amó a ella, si no a lo que representaba en su vida.
Y debía aceptar de una vez que lo abandonó,... dejándole un regalo bueno dos, una gata vieja que solo comía, dormía, hacía sus necesidades y vomitaba bolas de pelo por el suelo, y el otro la prueba fehaciente de que la vida era más cruel de lo que pensaba y que nada estaba escrito.
—Debo buscar un móvil o un teléfono y decirle a Kenneth que me venga a buscar. —No tenía la cartera, ni el móvil, y ni idea de dónde estaba, lo mejor era que su amigo le recogiese en coche y regresar a su rutina, era hora de volver a trabajar aunque tuviese que convencer con unas buenas botellas de vino tinto a su jefe para que obviara el permiso de un mes que aún tenía.
Le echó un vistazo rápido al cuarto sin ver un teléfono a mano, ni siquiera en las mesitas de noche que había a ambos lados de la gran cama, así que fue hacia la puerta, suspirando aliviado al ver que estaba abierta, que no le habían encerrado con llave.
—Debo dejar de ver películas de terror —se juró mientras giraba el pomo y abría la puerta, saliendo del cuarto para encontrarse cara a cara con un hombre que lo dejó boquiabierto y paralizado.
—¡Oh! Ya estás despierto, me alegro pues deseaba invitarte a desayunar conmigo y...
Luke no escuchó nada más. Se quedó mirando como un imbécil al hombre que seguía hablando delante de él. Le sacaba una cabeza, algo que le sorprendía pues no era bajo con sus cerca metro ochenta y cinco de altura, iba vestido con un traje que tenía pinta de caro y que se le pegaba al cuerpo mostrando que era muy corpulento, pero de esos de películas de acción o fantasía o los que van al gimnasio a machacarse el cuerpo para tener cero grasa y unos músculos de acero. No tenía ni idea de porqué estaba mirando embobado a ese hombre, porqué el corazón le latía furiosamente contra el pecho o porqué sentía un cosquilleo dentro de él que además de molesto le estaba asustando, pues estaba a un paso de jadear en alto con ganas de posar sus manos en el...
—¡NO! —gritó asustado por el camino que estaba tomando sus pensamientos. Joder, que a él no le gustaban los hombres, ¡coño! Nunca se sintió atraído por ninguno y no iba a empezar ahora, y menos con ese “Conan el bárbaro” trajeado.
Donovan parpadeó confuso ante la furiosa respuesta de su compañero. Solo le había pedido que lo acompañara a la cafetería del hotel para desayunar juntos antes de contarle a conexión que compartían; que eran compañeros de almas y estaban unidos hasta la muerte.
—¿No quieres acompañarme a desayunar? ¿O es que no quieres ir a desayunar a la cafetería de hotel y prefieres que pida algo para que nos lo traigan al cuarto?
—¿De qué estás hablando? —preguntó a su vez Luke sin comprender a qué se refería. Él lo que no quería era sentir lo que estaba sintiendo y que lo estaba acojonando. No era maricón, ni gay, ni homosexual, ni nada parecido, ni siquiera tuvo pensamientos húmedos con otro de su sexo y ahora estaba mirando embobado a uno. ¿Pero qué coño le pasaba?
—De desayunar conmigo.
—¿Desayunar? ¿Estoy en plena crisis existencial y me hablas de comida?
Ok. STOP. Ni una palabra más que ya estaba a un paso de convertirse en una loca histérica.
Enfrentarse a una manada de lobos no era nada comparado a intentar descifrar las respuestas de su compañero. Donovan respiró hondo y contó hasta diez. Era el comienzo, ninguno de los dos se conocían y Luke debía estar pasando una resaca terrible, así que tocaba respirar hondo y volver a intentarlo, por el bien de los dos.
—Debes estar confundido Luke. —Vio sorpresa en los ojos de él y continuó antes de que le respondiera con otra de sus indescifrables frases apoteósicas—. Me llamo Donovan Murray y soy el alfa de las manadas de lycans de EEUU, estás en mi cuarto del hotel Majestic, ayer acabaste en el suelo en el bar O´Donnell y te traje aquí para...
—Para ayudarme, Ok entendido y gracias por todo, pero ahora me gustaría que me dejaras un móvil para llamar a Kenneth para que venga a buscarme y...
El ronco gruñido que brotó de los labios entreabiertos de “Conan” o mejor dicho, del alfa Donovan le dejó paralizado, incapaz de apartar la mirada de los colmillos. Joder..., ahora si que comprendía el poder de un alfa porque él que no era un chucho estaba a un paso de ponerse de rodillas.
—¡Si se acerca a ti otro lobo le destriparé con mis garras!
Luke saltó en el sitio, ahogándose en la contradicción que estaba sintiendo. ¿Cómo era posible que pudiese sentirse nervioso, asustado, excitado, asombrado y orgulloso de una amenaza de muerte cuando era policía?
Diagnóstico: era gilipollas.
—Valeee, cortemos el tema aquí, ¿sabes que soy policía, no? Nada de amenazas de muerte a terceros por favor o tendré que detenerte.
Donovan lució una sonrisa confiada y sorprendida que le dejó sin aliento. Tenía los ojos de un color dorado muy parecido al oro fundido, eran... impresionantes. Un hombre que dejaba sin aliento no solo por su aspecto físico si no por la fuerza que desprendía en cada gesto, en cada mirada, en cada palabra.
—Ummm no me des ideas Luke, o el que acabarás detenido y esposado, serás tú.
No pudo evitarlo y dio un paso hacia atrás chocando con el marco de la puerta que permanecía abierta, y que conectaba el salón y el dormitorio de aquel espectacular cuarto del mejor hotel de la ciudad.
—¿Te me estás insinuando? ¿O es que aún sigo borracho y no me entero de lo que pasa?
—¿Insinuando? No. —Ufff, soltó el aire Luke hasta que “Conan el bárbaro” continuó, y dijo—. Eres mi compañero, la atracción sexual entre los dos se incrementará sobre todo teniendo la luna llena tan cerca. Entre compañeros no hay insinuaciones, solo...
—¿Compañeros? ¿Perdona? ¿He escuchado bien? —Se pellizcó el brazo varias veces maldiciendo en alto al notar el dolor. No estaba en medio de una pesadilla, estaba despierto ante un macho alfa que le aseguraba que era su compañero—. ¿De esos que se unen con el uga uga mágico de vuestra raza y que acaban follando como conejos en cada oportunidad por culpa de las hormonas o lo que fuesen que os mueven cuando tenéis a vuestra pareja delante? ¿Ese tipo de compañeros?
Donovan rompió a reír, no podía evitarlo, era la primera vez que escuchaba resumir o describir el mágico momento de la unión entre compañeros de esa manera.
Luke perdió los nervios, verle reír le sacó de quicio y acabó pasando por su lado, golpeándole en el hombro al esquivarlo para ir directo a la salida del cuarto. No tenía ni tiempo ni ganas que perder en una discusión absurda. Le daba igual que fuera el “jefazo” de los chuchos, para él no era más que un hombre que se interponía en su camino y al que le enviaría una buena botella de vino por ayudarle la noche anterior al recogerle en el bar tras la borrachera del siglo, pero nada más.
No llegó a la puerta, a unos pasos sintió cómo le agarraban del brazo y le daban la vuelta. Se quedó sin aire, y estuvo a punto de desmayarse cuando le ocurrió lo que nunca esperó vivir en su vida.
Le besó.
¡Un hombre le besó!
Y no un beso cualquiera, no. Le devoró literalmente, mordiéndole los labios magullados para que los entreabriera asaltándole con su lengua, sin darle tregua a respirar, a reaccionar. Se quedó quieto, sin saber cómo reaccionar, en shock al notar cómo su cuerpo se dejó llevar, cómo su lengua fue al encuentro de la otra, luchando por el control, gimiendo al sentir cómo le apretaba contra el pecho, cómo le estrujaba con fuerza el brazo impidiéndole moverse.
No supo cuánto tiempo pasó desde que le asaltó con el beso y su mente hizo click, reaccionando finalmente. De un empujón le apartó, para luego asestarle un puñetazo en plena cara que le hizo experimentar una sensación agridulce, entre placer y odio hacia sí mismo.
—Joder —siseó dolorido Donovan dando un paso hacia atrás y tapándose la nariz con las manos, notando el sabor amargo de su sangre. Ese puñetazo le había roto el tabique seguro, por suerte, los cambiantes se curaban en apenas minutos.
—Por gilipollas, te mereces esto y mucho más —gritó Luke saliendo del cuarto sin mirar atrás, aunque por dentro se moría por hacerlo.
Quería pedirle disculpas, él no era un hombre agresivo y aunque le jodía admitirlo, también había participado activamente en el BESO. No podía negarlo, se agarró al otro como si fuera un salvavidas, buscando sus labios y respondiendo a cada juego, a cada caricia, a cada mordisco.
Cuando salió del cuarto se topó con dos hombres con pintas de guardaespaldas. Intentó pasar pero estos al oler la sangre del alfa le detuvieron lanzándose encima de él y haciéndole una llave que lo dejó tirado en el suelo con un mastodonte sobre él, apretándole la espalda con una de las rodillas.
—¡Suéltame, cabrón! Soy policía, si no lo haces te acusaré de agresión a la autoridad.
—Quieto humano o acabaremos contigo, has agredido a nuestro alfa y esa acción se paga con la muerte.
Mierda, coño, joder, y todas las palabras malsonantes que podía enumerar en esos momentos. Ya no quería saber nada de Kenneth, de su maldito y alocado mundo de cambiantes, de chuchos, de gatos, de... vete tu a saber que razas más. En cuanto se alejara del hotel se iría muy lejos, de vacaciones, para olvidar..., aunque primero tuviese que asegurarse donde dejar a la vieja de su gata pues no quería cargar con la culpa de haberla abandonado.
¿Y no estarás huyendo por responder físicamente a un hombre? ¿Por ponerte palote con un simple beso? ¿Por experimentar un fuego que amenazaba con abrasarte?
¿No? ¿Sí?
¿Tal vez?
Valeee, no quería responder. Se negaba a dar una respuesta a la traicionera voz de su conciencia.
Por suerte para él, o por desgracia según lo mire, una voz interrumpió sus pensamientos y le devolvió de golpe a la realidad.
—¡Soltadle, ahora mismo! ¿Cómo os atrevéis a tocar a mi compañero?
Y daleee, que no era el compañero de nadie. Y joder, merecería ser golpeado y mucho más por emocionarse ante esas palabras, por sentir maripositas en el estómago como una maldita adolescente hormonal y enamoradiza a la que se le caían las bragas al ser defendida por el príncipe azul de sus sueños.
En este caso por el malvado lobo feroz que consiguió con su orden y unos cuantos gruñidos amenazantes que lo liberaran y le ayudaran a levantarse del suelo. Eso sí, su orgullo quedó tirado en aquella mullida alfombra que cubría el pasillo del hotel cuando todas las miradas de los presentes se posaron sobre él, o más bien sobre una parte de su anatomía que había crecido sin permiso y sin importarle una mierda lo que pensara, marcando paquete.
¿Qué hacer cuándo estabas palote frente a tres hombres que te miraban fijamente? ¿Frente al maldito lobo que conseguía tirar por tierra toda tu vida con solo un beso, al escuchar su voz?
Cubrirse sus partes con las manos y fulminar con la mirada a los hombres, dispuesto a repartir ostias si se atrevían a comentar algo de ese “incidente”.
Los guardaespaldas se mostraron nerviosos, evitando mirarle a la cara.
«Eso cabrones, es vuestra culpa por no dejarme ir. Quiero alejarme de esta locura. Coño, necesito recuperar mi cordura, centrarme. No puedo estar.. perdiendo la cabeza por otro hombre. ¿Qué me hizo para que me sienta así? ¿Atado a él? ¿Reaccionando a su voz, a su roce, a su beso?»
Respuesta: ese uga uga de los chuchos debía ser real y le había golpeado de lleno.
«¿Y con qué cara aparezco ante mi familia si ellos querían que me casara con Amanda y formara una feliz y numerosa familia para continuar con la saga de los Johnson?»
Ya podía ver la escena en su mente...
Papá, mamá, hermanita, cuñado del demonio, os presento a...
NO. NO. NO.
¿Pero qué cojones le pasaba? Fuera pensamientos, deja la mente en blanco. ¿Cómo podía estar ahora pensando en el día en que lo presentase ante su familia?
—No soy tu compañero —respondió de mala gana, más enfadado consigo mismo por la lucha interna que estaba experimentando, pero nunca lo iba a reconocer.
Donovan suspiró. Iba a ser más difícil de lo que creyó en un principio. No lamentaba que Luke no fuese cambiante, pero de haberlo sido habría sido todo más fácil, habría aceptado y experimentado el lazo que los unía desde el momento en que lo reclamó y lo marcó.
—Dejadnos solos. —Sus hombres no tardaron en cumplir su orden, entrando en el cuarto cerrando con cuidado la puerta.
Donovan dio un paso hacia delante acercándose más a su compañero pero se detuvo al ver cómo este retrocedía. No iba a presionarle. Poco a poco, Luke lo valía.
Alzó los brazos en son de paz mostrando las palmas de las manos y comenzó:
—Luke, se que puede ser difícil para un humano comprenderlo pero eres mi compañero. —Al ver que este iba a protestar de nuevo le interrumpió con un gesto, y continuó—. No sabemos muy bien de donde vienen estos enlaces mágicos pero son venerados por mi raza. No todos los cambiantes tienen la fortuna de encontrar a su otra mitad y...
—Pues vaya fortuna, me ha tocado el premio gordo, ¡yuhu!—farfulló por lo bajo Luke cruzándose de brazos.
Donovan suspiró hondo y soltó el aire con calma. Paciencia. Es tu compañero. Paciencia.
—Sí, es un regalo encontrar a tu otra mitad, a quien iluminará tu vida y...
—¿Acaso me crees un gusiluz? ¿Soy fosforito y ahora resulta que brillo en la oscuridad y no lo sabía?
Paciencia es tú...
—Ya lo que me faltaba escuchar, que soy como una bombilla para los bichos y...
Se abalanzó sobre él, una vez más, acallándolo con un beso, apretándolo contra su cuerpo, luchando contra las terribles ganas de marcarle, de arrancarle la ropa en ese maldito pasillo y hundirse en su interior hasta que explotara y aceptara de una puta vez que ERA SU COMPAÑERO.
Esta vez Luke se resistió pero fue inútil, el otro hombre era más fuerte y lo que le provocaba ese beso era demasiado tentador, un fruto prohibido que estaba degustando lentamente y haciéndose adicto a él.
El lobo gruñía satisfecho al volver a probar el sabor de su compañero, ahogando la voz de la razón que le gritaba a Donovan que se detuviese, que no era el momento de reclamar sexualmente a su compañero, no solo porque estaban en medio del pasillo del hotel y cualquiera podían interrumpirlos si no porque Luke era humano y nunca entendería la urgente necesidad que le poseía cuando estaba cerca de él.
Pero razonar cuando sentía el atlético cuerpo del policía restregándose contra él, evidenciando que estaba “más que dispuesto” a un asalto, no ayudaba nada. Joder, estaba a un paso de jadear como un cachorro y correrse en sus pantalones.
El beso se tornó más fogoso, más necesitado como si no fuera suficiente probar los labios del otro, juguetear con su lengua, ahogar los gemidos y conducirlos a una espiral de pura agonía que amenazaba con consumirlos.
Donovan fue el primero en reaccionar cuando comenzó a estorbar la ropa. Le sorprendió ver que había rasgado la camisa de su compañero dejando al descubierto su marcado torso, y este acabó destrozando la cara chaqueta de lana merino y cachemira de su traje.
Estaban desnudándose en medio del pasillo sin pensar en nada más que en follar, olvidándose del mundo que los rodeaba.
—Debemos detenernos —manifestó pese a que era lo que menos deseaba hacer, su lobo gruñó y aulló dentro de él amenazando con rasgarle la carne y presentarse. Le llevó unos segundos calmarle y evitar transformarse a la vista de cualquiera y de un excitado y confuso Luke.
Este parpadeó un par de veces antes de mirarle fijamente a los ojos.
—¿Qué es lo que me pasa? ¿Por qué no puedo alejarme de ti? ¿Por qué...? —«Deseo follar contigo». Murmuró para sus adentros, odiándose.
Donovan inhaló profundamente intoxicándose del picante aroma a sexo y necesidad que los cubría a los dos, era adictivo y se le hacía la boca agua, pero no iba a dejarse llevar por la cruda necesidad que le aullaba el lobo muy dentro de él.
—Porque somos compañeros, porque pese a que no lo quieras reconocer eres la luz en mi oscuridad, mi otra mitad del alma, llevo toda la vida buscándote y es una alegría que no puedo describir el haberte encontrado.
Luke negó con cada palabra. No quería creerlo, no quería escucharlo.
—¿Por qué yo?
—Porqué no —declaró Donovan devorándole con los ojos, ansiando que aceptara de una vez la mágica conexión que los uniría hasta la muerte.
—Porque soy hombre —susurró Luke mirando a su alrededor, sorprendiéndose y avergonzándose al ver que estaba medio desnudo y cualquiera que los viese en esos momentos pensaría lo que estuvieron a un paso de hacer: que tenía cara de buen follado.
Donovan se rió en alto, negando con la cabeza. Si era eso lo que le preocupaba se sentía aliviado, temía que odiara estar unido a un lycan, a un cambiante con la capacidad de transformarse en lobo, de correr a cuatro patas en su forma animal los días de luna llena.
—¡No te rías, joder! ¡No soy maricón! ¡No me van los hombres!
Dejó de reír y le respondió, con voz firme, mirándole directamente a los ojos:
—Yo tampoco he mantenido una relación con otro hombre, mis amantes hasta la fecha han sido mujeres, pero la unión de compañeros nada tiene que ver con el sexo, es una unión de almas.
Luke se removió incómodo, cruzándose de brazos, buscando una protección que no sentía al estar tan cerca de un hombre que lo trastornaba, que le provocaba miles de sensaciones y sentimientos contradictorios que nunca antes experimentó.
—¿Así que solo te sientes atraído por mí por esa unión mágica? Perfecto.
Donovan dio un paso hacia delante, invadiendo su espacio personal, y le acarició una mejilla, satisfecho al ver que este no se retiraba ni hacía movimiento alguno para apartarle la mano.
—¿Qué importa cómo comienza una relación? ¿Acaso no has salido con una mujer porque te gustaba su culo? ¿O por sus tetas? En nuestro caso, sabrás que nunca podré abandonarte, que nunca desearé hacerlo, ni engañarte, viviré gracias a tu luz y agradeceré cada día al destino el haberme dado la oportunidad de conocerte. Porque Luke, deseo conocerte y que me conozcas, tener la oportunidad de ver si esta unión entre nosotros puede ser el inicio de algo grande. ¿Realmente es tan importante que seamos los dos hombres cuando lo que importa es lo que escondes aquí? —Movió la mano desde la mejilla hasta posarla sobre el corazón, rozándole el pecho, percibiendo al estar en contacto piel con piel el furioso aleteo de sus palpitaciones.
No sabía qué responderle, estaba confuso. Toda su vida se quebraba delante de él, lo que le inculcaron sus padres, lo que aprendió en el instituto, en la Academia de policía,... TODO se rompía a causa de un lobo que no iba a permitirle un minuto de respiro, que lucharía a muerte contra el destino si fuera necesario para mantenerlo a su lado.
—Yo... —Negó con la cabeza, no podía responderle, no ahora, no cuando toda su existencia se estaba evaporando ante sus ojos.
—No hace falta que me respondas en estos precisos momentos Luke, tenemos toda la vida para conocernos, para ver si estamos realmente destinados a estar juntos. —Él no iba a dejar de luchar por el amor de su compañero, moriría antes que dejarle marchar. Pero sí que le iba a dar tiempo, lo necesitaba, ambos lo necesitaban y como dice el refrán lo bueno se hacía esperar, sobre todo si venía de la mano de un ardiente policía que le volvía loco.
Luke se removió incómodo al notar cómo reaccionaba “positivamente” ante las suaves caricias que le estaba prodigando el lobo en el pecho. ¿Qué pasó con el Luke que se negaba a dejarse a abrazar por Kenneth? ¿Con el que se alejaba enfadado cuando le echaban en cara la “extraña” relación de Spock y Jim Kirk, sus ídolos de Star Trek? ¿Qué gritaba que el no era un puto maricón cuando sus primos se burlaban de él cuando le obligaban a vestir el traje de Luke Skywalker y realizar la escena de “Luke, Luke, soy tu padre...” asegurándole que le quedaba muuuy bien las mallas negras?
No lo sabía. No tenía ni puta idea de dónde estaba ese Luke, pues el actual temía las reacciones de su cuerpo, a la cruda realidad de que era incapaz de negarle nada al lobo que le devoraba con los ojos, que le trataba como si fuera lo más valioso de su vida.
Hace apenas un mes su ex novia le dijo que no, que no se casaba con él, echándole del piso que compartían y dejándole de regalo una maleta de recuerdos y rencores junto a una gata vieja.
Un mes de alcohol, con una baja médica que le impedía regresar a la rutina de su trabajo como policía y amargándose cada vez que veía la felicidad conyugal de su amigo Kenneth. Le jodió que el que iba a ser el padrino de su boda al final fue el que se casó con la gata que conoció una tarde de patrulla. Le jodía, lo reconocía, le carcomían los celos por dentro como un veneno que se metía muy dentro de él ahogándole más en el rencor y el deseo autodestructivo de mandar a la mierda al mundo. Pero también se alegraba por él, era un buen amigo y un gran policía que merecía ser feliz y por tanto lo apoyó en todo, en la precipitada boda, ayudándole con las invitaciones, con el coñazo de elegir el menú,... convirtiéndose en el famoso tarzán por las redes sociales cambiantes al pillar la primera cogorza de su vida.
Y ahora..., tenía a sus espaldas un mes que deseaba olvidar y un futuro incierto que se presentaba ante él de la mano de un hombre al que no conocía pero le juraba amor eterno
Envidiaba a Kenneth, siempre deseó lo que él compartía con su gata, y creyó encontrar con Amanda, pero la vida le mostró que no era la mujer de su destino,... ¿tal vez porque le tenía deparado un lobo feroz?
Quien sabe.
La pregunta a la que aún no tenía respuesta por temor era: ¿se atrevería a abrazar lo que la vida le ofrecía? ¿La oportunidad que le tendía el lobo?
Estaba nervioso, con el corazón palpitando a un paso del infarto, pero tenía que dejar las cosas claras, por su bien, por el bien de los dos.
—No lo sé, no tengo ni idea si aceptaré algún día esto que dices que nos une, yo... me cuesta visualizar mi futuro al lado de un hombre, yo...
Donovan negó con la cabeza, estirando un brazo y robándole una caricia. Su lobo no podía evitar desear más contacto, intoxicarse de la presencia del humano.
—De un hombre no, de tu compañero, quien aprenderá a cuidarte, a valorarte, a quererte, si es necesario te regalaré rosas cada día hasta que aceptes tener conmigo una cita.
Luke se rió ante la visión de aquello. ¿Rosas? ¿De verdad? Y lo próximo, ¿qué sería? ¿mariachis al pie de la ventana del motel cutre en el que se hospedaba?
—Mejor que no porque soy alérgico a las rosas, en primavera no paro de estornudar y me tengo que dopar con antihistamínicos.
Donovan compartió la sonrisa con él, disfrutando del momento. Adoraba verle sonreír, reír de aquella manera sin la pesada carga que se percibía en sus atormentados pero hermosos ojos. Luke era como un libro abierto en el que podía leer el desamor, las dudas, el deseo, la necesidad de un amor que rompiera el tiempo, que venciera a la muerte con la promesa de encontrarse en la otra vida.
—Tomo nota, Luke, nada de rosas, ¿entonces qué te gustaría que te regalara en cada una de nuestras citas?
El humano se rió y negó con la cabeza, al menos no le dijo que no iban a tener ni una cita. Le notaba cada vez más abierto, más receptivo a la unión mágica que enlazó sus almas, y esperaba que cuando la luna llena brillara en lo alto del cielo estrellado dentro de dos semanas aproximadamente pudiesen compartir... algo más que una charla, o se vería obligado a encerrarse en uno de los calabozos de castigo de su mansión para evitar que el lobo acudiera junto a su compañero y lo reclamara.
—Ummm, eso tendrás que averiguarlo por ti mismo, no te voy a poner las cosas fáciles, ¿sabes?
—Deduzco que me darás una oportunidad, que nos darás una oportunidad, ¿no?
Luke asintió con la cabeza, mostrándose avergonzado, a su edad y avergonzarse como una colegiala..., ver para creer.
—Perfecto. —La deslumbrante sonrisa de Donovan provocó otro vuelo de mariposas en el estómago de Luke—. Te mostraré tu cuarto y...
—¿Mi cuarto? —preguntó Luke siguiendo de cerca al lobo que se dirigía a pasos rápidos hacia la puerta de al lado, la que estaba a unos metros de la que había salido precipitadamente dispuesto a partirle la cara a quien se le cruzara en su camino—. ¿Pero si tengo alquilada uno en...?
—En un motel que no es apto para el compañero del alfa, así que he decidido...
—¿Decidido? —repitió Luke sin poder creérselo, siendo testigo de como el lobo abría la puerta tecleando un código en el comando de seguridad, haciéndole un gesto para que entrara antes que él.
—Sí, decidido, eres mi compañero y como tal tendrás siempre lo mejor, y eso es...
—¡Joder, qué nivel! —bramó Luke silbando al ver el lujo que se veía en la alcoba. Se parecía a la que abandonó tras despertar y encontrarse cara a cara con el mayordomo del infierno, pero en lugar de tonos dorados esta era más sobria con tonalidades grises y blancas. Estuvo a punto de tener otro infarto –si, era el día de los infartos por lo que se veía- al ver unas cajas que reconoció—. ¡Coño! ¿Esas no son mis cosas? ¡Me has robado! —Se acercó a la primera y la abrió comprobando que era su ropa de deporte junto a las mancuerdas que compró para entrenar en casa—. ¿Qué has hecho con mi gata?
Donovan se encogió de hombros.
—No te he robado, es mi deber como tu compañero asegurarme que tengas lo mejor, y tu gata está en el veterinario en estos momentos para una revisión, te la devolverán esta tarde. Pero ahora... ¿Qué te parece si desayunamos? Estoy... ummm. —Miró a Luke de arriba abajo sonriendo con picardía, antes de continuar— ... Hambriento.
Luke tragó con dificultad y asintió con un gesto, sin poder articular palabra.
—Perfecto, nuestra primera cita será un desayuno...
Ok, momento para violines y pétalos de... no, rosas mejor no que era alérgico..., el romance se percibe en el ambiente, ¿no veis cuánto azúcar hay en el aire?, pero sin duda sería un momento que recordaría el resto de su vida.
Un mes después
—Joder, eso no puede ser posible, si no lo veo no lo creo.
—¿Qué sucede Kenneth?
Este se giró y le señaló a su acompañante una pareja que se veía a lo lejos. Gabrielle se atragantó con el refresco que estaba tomando y comenzó a toser, escupiendo el burbujeante líquido.
—¿Ese no es...?
—Sí, es Luke con el macho alfa de las manadas de mi país.
Gabrielle abrió muchísimo los ojos sin poder dar crédito a lo que estaba presenciando. ¿Esa pareja cogida de la mano era el amigo humano de su compañero junto a un lycan?
—¿Desde cuando Luke toma drogas alucinógenas? Nunca lo he visto tan feliz.
Kenneth rompió a reír negando con la cabeza, abrazando a su mujer, una cambiante pantera que era el amor de su vida.
—Desde que cayó en las redes del amor con Donovan, o como él lo llama “mi lobo”. Pero no me lo creía, cuando me hablaba de él... —Negó con la cabeza, buscando en sus recuerdos todo lo que pasó, desde el video que le envió su cuñado del marcaje en el bar, a la extraña llamada de Luke indicándole que se había traslado a vivir al mejor hotel de la ciudad y que le había pasado algo que le iba a hacer “alucinar”, hasta la visualización de un vídeo que le pasó por WhatsApp su primo Liam que aún le provocaba pesadillas la sola mención del mismo—. Creí que era algo más...
—Vamos que no creías que llegara el día en que tu amigo hetero se pusiera a cuatro patas y dejara que le montara un lobo, ¿no?
Esta vez el que estuvo a punto de morir atragantado de la conmoción era él ante las rudas palabras de su esposa.
—Dios, necesito lejía para mis ojos o nunca podré mirar a la cara a Luke. Avísame otra vez cuando quieras quedarte viuda, porque casi me provocas un infarto.
Gabrielle se rió disfrutando al ver a su marido avergonzado y ruborizado. Por esa imagen bien merecía el humano uno de esos juguetes de “coleccionista” de regalo de la saga de ficción que tanto le gustaba, aunque para ella eran trastos que compraban los frikis que se quedaron anclados en una edad mental de unos seis años.
—¡No! ¡Eso no debía estar permitido! —exclamó Kenneth mirando fijamente de nuevo a la pareja que estaba esperando en la fila de la Convención que se iba a llevar a cabo a unos metros de ellos.
—¿El qué? Si solo es un beso.
Kenneth miró a su vez a su mujer y a su amigo, alternando las miradas mostrando lo estupefacto que estaba.
—¿Solo un beso? Pero si están a un paso de arrancarse la ropa y... y...
—¿Tener sexo como conejos mientras esperan disfrazados de Spock y el capitán Kirk en la fila de los frikis que van a acudir a la Convención?
Kenneth negó con la cabeza, observando a su gatita con los ojos desorbitados.
—¿Desde cuándo eres fan de la serie Star Trek?
Gabrielle se encogió de hombros y respondió finalmente, confesando uno de sus secretos, que llevaba unas semanas ocultándolo a su marido
—Pues desde que Donovan, o el alfa como tu le llamas, telefoneó a casa para hablar contigo, pero como no estabas aproveché para interrogarle, porque y aunque no lo parezca considero a Luke un amigo y no se lo iba a poner fácil a quien lo reclamase, así que tras días hablando, le aconsejé que le regalara libros y cómics de la saga Star Trek, y míralos... Parece que funcionó. ¿Habrá hecho lo del tatuaje...? —murmuró esto último para sí misma sin ser consciente de que su marido la escuchó.
—¿Y cuándo me lo ibas a decir? ¿Y qué tatuaje? ¿A qué te refieres?
—Te lo iba a decir en el mismo instante en que tú me enseñaras ese vídeo porno que grabaron los guardaespaldas de Donovan en el hotel y que se escucha como jadean y gritan los dos mientras tienen sexo. Te sugiero que se lo cuentes de una vez a Luke, que vuelve a ser famoso en la web cambiante, o cuando se entere te cortará los huevos. Y lo del tatuaje es algo que le comenté a Donovan, que Luke al ser fan de Star Trek lo decía mucho, ¿cómo era la palabra? ¡Ah, sí! T´hy´la.
—Ok, lo capto. No más secretos. —Gabrielle asintió conforme y le devolvió el abrazo, rozándole picantemente el culo con las manos antes de echarse a reír por lo vergonzoso que era su lobo—. No intentes distraerme con tus trucos de mujer. ¿Qué es eso de tila?
Ella se echó a reír ante la extraña imitación que hizo de la pronunciación de T´hy´lay por lo nervioso que se mostró y solo porque ella le metió mano en público.
—¿Trucos de mujer? —repitió riéndose de él, antes de contarle la anécdota del tatuaje—. Tila de infusión, no. T´hy´la, la palabra vulcana para referirse a la unión que tienen Spock y Jim Kirk, que significa hermano, amigo y amante. Donovan me comentó que se lo iba a tatuar como muestra de su amor y...
—No más llamadas a mi alfa, no vuelvas a hablar con ese lobo —le gruñó este, mostrándole unos intensos ojos amarillos que la pusieron caliente.
—Solo si ahora nos largamos de aquí y regresamos a casa para follar —Sabía que a su marido le gustaba que hablara sucio y lo aprovechaba.
Kenneth miró por última vez a Luke y negó con la cabeza, sonriendo internamente al verle tan feliz.
—Eso si es amor —susurró al ver como el alfa de las manadas hacía el saludo vulcano ante un enamorado Luke, quien le dio un beso que hizo enrojecer a más de uno,... y provocó que muchos de los que esperaban en la cola para la Convención de Star Trek, sacaran sus móviles para fotografiarles.
Después de todo, no todos los días se veía al Señor Spock devorando al capitán Kirk, sin miedo a exponer al mundo sus sentimientos.
El amor es lo que tiene. Hace auténticos milagros.
Y Luke sin duda os diría que el mayor de todos fue aparecer en medio del camino ante el gran lobo feroz.
Dos horas después, en medio de la Convención
—No puedo aguantar más —masculló Donovan con voz enronquecida al ver como Luke posó para un grupo de frikis,... perdón, trekkies que le sacaron varias fotografías. No era el único que admiraba lo bien que le quedaba el uniforme de capitán de la Flota Estelar. El amarillo conseguía que los ojos azules de su compañero destacaran muchísimo, como dos gemas preciosas capaces de deslumbrar. Por el bien de la relación mantenía a su lobo a raya en los momentos en que los celos le cegaban, porque a su compañero le disgustaba ser tratado como si fuera algo frágil que pudiese romperse nada más rozarlo. Pero..., ¿por qué debía aceptar las miradas lascivas de los asistentes a la Convención? ¿Sus insinuaciones que por suerte su despistado amante no se enteraba de ellas?
Al ver a otro grupo de humanos acercándose a su compañero con los móviles en la mano, Donovan tomó una decisión.
No más sonrisas falsas ni aguantar a esos lascivos imbéciles que lo único que merecían era que los destripase con sus garras por atreverse a mirar a SU amante.
—¿Qué puedo hacer por...?
Luke no pudo terminar la frase al ser arrastrado por un decidido y cabreado lobo que lo apartó del grupo de jóvenes agarrándole del brazo y caminando con pasos rápidos en dirección contraria.
—¿Que pasa? ¿A dónde vamos?
No obtuvo respuesta. Luke lo miró con curiosidad y sorpresa grabadas en el rostro. ¿Ahora qué sucedía? Creía que se lo estaba pasando bien, ya que quien ideó esa escapada fue el propio Donovan, quien le sorprendió al comunicarle que había conseguido dos entradas para la Convención más importante para los trekkies. Llevaba un mes con él y no había un día que no le sorprendiese, tanto con los regalos que siempre le entregaba cuando quedaban como por lo que había conseguido: enamorarlo completamente.
Quien le iba a decir que caería en las garras del amor de un lobo, sin importarle que su familia le dejara de hablar, que su hermana Leia le gritara y le insultara por teléfono llamándolo degenerado y enfermo. Era feliz. Gracias a su lobo sentía que el amor era algo real, que lo hacía sentir especial, que conseguía que fuera mejor con tal de ver el orgullo brillar en los ojos de su compañero.
Muchos dicen que la familia te la imponen y a los amigos los eliges, esto es verdad. Él perdió a su familia al entregarse por completo al hombre de su vida, pero consiguió un amor que nada ni nadie quebraría y una gran manada que moriría por él. Las primeras veces que le acompañó a las reuniones de manada se murió de vergüenza, pero al final el policía que llevaba dentro hizo acto de presencia participando activamente en las discusiones, sobre todo cuando tocaban temas que rallaban lo legal.
Sí, era feliz.
Y en esos momentos era un tonto al que se le iba los ojos a lo bien que le quedaba el pantalón negro a SU Spock y lamentaba no estar cerca del hotel donde se hospedaban para cumplir una de sus mayores fantasías: liarse con el mejor Comandante y Oficial Científico de la Flota Estelar.
—Entra.
La voz de Donovan le devolvió al presente y se sorprendió al ver donde estaban.
Miró a su alrededor. La Convención reunían a miles de trekkies que vivían con pasión los valores y aventuras de la mejor saga de ciencia ficción de la historia, y a esas horas de la tarde el pabellón estaba a rebosar. Sabía que era un peligro para el alfa estar entre tantas personas, supuestamente desprotegido porque no le iban a engañar ya que había identificado a varios Klingons como los guardaespaldas que siempre le acompañaban a todos lados.
—¿Has visto que estemos en peligro?
Donovan negó con la cabeza y simplemente le repitió, señalando con un gesto que obedeciera de una vez:
—Entra.
Ok, estaba en modo “lobo feroz, yo ordeno tú obedeces”, así que lo mejor era hacerle caso o no habría quien lo soportara luego.
—Bien, como digas, pero ya me puedes explicar porqué es de urgencia entrar en los baños y...
Un beso acalló sus palabras y jadeó al sentir cómo le empujaba contra la puerta del baño.
—¿Pero qué te pasa? —Consiguió mascullar entre beso y beso, mientras contenía los gemidos de placer al sentir las rudas caricias por encima de la ropa que le prodigaba su lobo sin dejar de devorarle la boca.
—Follar.
Una única palabra, y el mundo se rompía a sus pies.
Una única palabra y su pequeño amiguito crecía deseando atenciones.
Una única palabra y esta vez fue él quien empujó a su Spock hasta uno de los servicios, cerrando la puerta con llave para no ser interrumpidos, para que nadie más le pudiesen ver. Odiaba ser celoso pero no soportaba la idea de que otros hombres o mujeres viesen a su compañero desnudo, ya tenía bastante que soportar cuando Donovan salía cada luna llena a correr con la manada en los bosques. Odiaba saber que se desnudaba frente a sus hombres de confianza para no destrozar la ropa al transformarse.
Donovan era suyo, y nada más tenía el derecho de ver el espléndido cuerpo de su lobo.
Los besos se tornaron necesitados, cargados de pasión, de puro fuego que ansiaba consumirlos.
Lo quería todo y lo quería ya, que se desnudara, que siguiera acariciándole como él solo sabía hacer, que...
—Date la vuelta.
¡Oh, sí!
Eso también.
Que le tomara como el lobo que era.
Donovan entrecerró los ojos al ver que no le obedecía, y sin perder ni un segundo más pues estaba a un paso de estallar le empujó contra la puerta, dándole unas palmadas en las piernas para que las abriera más.
Luke se mordió los labios para no gemir en alto. Con Donovan descubrió que era de los que gritaban,.. y mucho, y no quería pasar la vergüenza de ser descubiertos manteniendo sexo en medio de los baños de la Convención.
Cerró los ojos y apoyó la frente contra la fría madera de la puerta, jadeando entre cortadamente al sentir cómo le abría el pantalón y atrapaba su polla, comenzando a acariciarle como sabía que le gustaba, apretando ligeramente cuando llegaba a la base e intercalar movimientos rápidos con lentos cuando cubría toda la longitud.
—Más rápido, más... —jadeó entrecortadamente moviendo la cadera buscando más contacto, que le acariciara con más fuerza.
Donovan sonrió y se recostó contra la espalda de Luke sin dejar de bombear la polla de este, era delicioso ver como perdía el control de su cuerpo cuando se sometía a él, cómo acallaba los gemidos para que nadie los escuchara.
—Déjame oír tu voz, Capitán, es ilógico que acalles tu placer.
Luke abrió los ojos ante esas palabras, le produjeron un ramalazo de puro placer que estuvo a punto de conducirlo al cielo.
—Joder Donovan yo...
Este dejó de tocarle y le dio una palmada fuerte en la nalga.
—¿Pero qué...?
—Silencio, Capitán, recuerda que me llamo Spock o Comandante.
Luke le miró por encima del hombro con los ojos oscurecidos por el deseo.
Joder. Su lobo era puro fuego capaz de ponerlo a mil con solo una mirada y ahora... caracterizado como Spock, hablando como él con esa candencia y monotonía en la voz, tocándole de una manera precisa y puramente brillante...
¡ERA EL MEJOR REGALO DE CUMPLEAÑOS DE SU VIDA!
¿Qué más podía pedir?
¡Ah, sí!
Sonrió de lado antes de mover el culo hacia atrás buscando restregarse contra el paquete del que lo mantenía preso contra la puerta y susurró con voz enronquecida:
—Fóllame duro, señor Spock, deseo que me muestres esa fuerza... vulcana de la que alardeas en cada misión.
Donovan luchó por mostrar el rostro imperturbable y para ello dejó de mirarle a esos tentadores ojos, y esa boca que pedía a gritos que le diera algo que lamer... (pero eso mejor lo dejaba para otro día que no estuviera tan al borde del abismo pues quería disfrutar del momento en que Luke le chupara por primera vez), y apoyó una mano contra la espalda de su amante para que se agachara al tiempo en que abría los botones de su pantalón negro y liberaba su polla.
Luke gimió al ver que ya estaba listo para tomarle.
—Ummm, señor Spock, que callado se lo tenía lo bien dotado que está la raza vulcana.
Donovan estuvo a punto de echarse a reír y arruinar la fantasía ante las pícaras palabras del otro, pero si que era cierto que no era la primera vez que le decía antes de mantener relaciones que su polla era “un arma de destrucción masiva y que debía estar prohibido por ley tenerla tan grande”.
—Me complace ver que mi Capitán está satisfecho con mi anatomía.
Luke se lamió los labios, mirándole con deseo.
—Sí,...ummm muy complacido —se apoyó seductoramente contra la puerta, sabedor que estaba medio desvestido, con la camisa amarilla levantada mostrando torso, y los pantalones entreabiertos sin nada más que lo apresara—. Y más lo estaré Comandante si me follas ahora mismo. No me hagas rogarte Spock porque no respondo cuando lleguemos a casa.
—Estoy tentado a esperar a lo que me tienes preparado para cuando lleguemos a casa —se burló, esperando la respuesta de su compañero, la cual no le sorprendió nada. Luke era un volcán dormido que entrada en erupción cuando sus sentimientos se desbordaban, bien por la lujuria, su afán por protegerle al ver los peligros a los que se enfrentaba día a día al ser alfa, por el amor que le mostraba cada día, la rabia, el enfado...
—¡No me jodas Donovan que no estoy para tus juegos psicológicos! ¡O me follas ahora o...!
—¿O me voy a dormir en el sofá? —le soltó repitiendo una frase que decía mucho el lobo casado con la gatita. Kenneth era un grano en el culo pero no le quedaba otra que soportarlo al ser amigo de su pareja, una pena... porque por él lo enviaba a Rusia una temporada larga.
Verle cabreado le puso a mil. Luke era hermoso pero cuando se enfurecía los ojos le brillaban, la mueca que ponía era graciosa e intentaba mostrarse más alto de lo que era estirando bien la espalda y cruzando los brazos sobre el pecho.
—¡Eres un hijo de...!
No le permitió continuar, ya había jugado suficiente con él, había llegado el momento de que los dos se quemaran por el fuego de la pasión.
Le besó, mordiéndole los labios, luchando con él por el control, al tiempo en que le bajaba un poco más los pantalones. Cuando cortó el beso y antes de que Luke comenzara a protestar como siempre hacía, le dio la vuelta y no tuvo miramientos con él. Se posicionó a su espalda, cubriéndole por completo apoyando una mano a la altura de su cara en la madera y la otra agarrando firmemente la polla de su compañero.
—¡Joder Donovan, aún estoy algo sensible de esta mañana así que vete despacio y...!
—Mi amor, mi lobo está a un paso de rasgarme por dentro para salir, te permitiré unos segundos para que te acostumbres pero no voy a poder ir despacio.
Luke le miró por encima del hombro jadeando ante las rudas y candentes caricias que le estaba prodigando su compañero. Sabía cómo tocarle, lo que le gustaba, lo que estaba dispuesto a hacer y lo que no, Donovan le descubrió un mundo que ni en sus locos sueños pensó pisar.
—¿Qué no vas a poder controlarte? Coño Donovan, tengo el culo escocido y...
Le penetró de una sola estocada, sacándole todo el aire de los pulmones, dejándole sorprendido, dolorido y jadeante.
—¡JODER! —gritó Luke cerrando los ojos y respirando profundamente. Sentirle tan dentro de él, estirándole por completo era un placer, lo que no restaba el dolor por la brusca penetración y lo sensible que estaba al haber follado dos veces esa misma mañana.
Cierto que a él le gustaba un poco de dolor, lo reconocía, pero...
—¡Eres un hijo de puta, Donovan! Un día de estos me voy a vengar y serás tú quien te pongas a cuatro patas y aúlles de placer.
Donovan se rió mientras se retiraba sin llegar a salir de él, para luego embestirle, comenzando a follarlo lenta y profundamente, sin olvidar masturbarle.
—Soy tu hijo de puta, Luke, no lo olvides nunca. Y bien sabes que esto te gusta —le penetró con más fuerza, empotrándolo contra la puerta. Estaba abierto ante él, con la cara enrojecida, los ojos cerrados y se estaba mordiendo el labio inferior para no gemir. Apoyado contra la puerta, con las piernas entreabiertas, ofreciéndole el cuello al estar doblado hacia la madera, era... Era... simplemente “puro sexo”. Se agachó hasta quedar a la altura de su cuello y le mordió en la vieja marca de su marcaje.
—¡Oh, Dios! —gimió en alto Luke, retorciéndose buscando acariciarle a su vez, necesitado por tocarle.
—Las manos en la puerta, mi amor, no quiero que te raspes la cara al apoyarte contra la madera.
Este abrió los ojos y le miró de reojo, jadeando entrecortadamente, temblando con cada profunda embestida.
—Eres un puto mandón, ¿lo sabías?
Donovan se levantó tras lamer la herida y le sonrió, incrementando la potencia de las penetraciones, sabedor de lo cerca que se encontraba su compañero. Podía notarlo, cómo le apretaba cada vez que entraba en él, cómo temblaba bajo su toque, cómo todo su cuerpo se rendía ante su posesión.
Era suyo.
Suyo hasta que la puta de la muerte se lo arrebatara o le llamara a él antes.
—Soy un alfa, Luke, en mis genes está impreso dominar, aunque ante ti me doblegaría, me arrastraría al mundo con tal de tenerte, de mantenerte a mi lado, de cuidarte y amarte como mereces.
Este cerró los ojos y giró la cabeza, ocultándola de su vista, arqueando un poco más la espalda para acomodarse a las bruscas sacudidas.
—Si me amas como dices lobo, asegúrate de cuidarte, de permanecer a mi lado, siempre.
Le costaba hablar, estaba a un paso de romperse, de alcanzar ese punto de no retorno en el que todo su cuerpo se sentía como un llama que lo consumía. Le sintió moverse tras él. Un suave beso en la base de su cuello donde lucía con orgullo la marca de su lobo, su alfa, el hombre que le había robado el corazón y lo atesoraba.
Donovan cerró los ojos y permitió al lobo salir a la superficie. Los dos amaban al humano con toda su alma y el lobo muchas veces lloraba al no ser capaz de marcarlo en su forma animal. Siempre fue un lycan que tenía al lobo muy cerca de la superficie, algo que a muchos le atemorizaban y otros admiraban el control que poseía de su parte más salvaje.
«Mío». Escuchó dentro de su mente.
«Nuestro». Le respondió al lobo.
«Sí, nuestro». Concedió el animal, instándole a que acelerara las embestidas, a que llegara de una puta vez porque necesitaba sentir de nuevo la sensación de ser parte de ese ritual de marcaje. No siempre Donovan le dejaba estar tan presente y no quería desaprovechar ni un minuto de esos valiosos momentos con su compañero.
Así lo hizo. No más palabras. No más juegos, solo sentir el calor de su compañero, disfrutar de la candente sensación de cómo le aprisionaba y se movía bajo él, buscando mayor contacto, mayor ángulo de penetración.
Durante unos minutos no hubo nada más que dos cuerpos moviéndose al unísono, arqueándose, cubriendo, marcando con los dientes, lamiendo, gimiendo...
Hasta que los temblores y el grito de puro placer de Luke rompió los jadeos, corriéndose con fuerza a un paso de quedar de rodillas ante el brutal orgasmo que lo sacudió.
Spock, unos baños públicos, que los pudiesen descubrir, dolor y placer ardiendo muy dentro de él, un lobo al que amaba con locura y...
El mejor orgasmo del día.
Donovan dejó de acariciarle y le agarró la cadera con las dos manos, embistiéndole un par de veces antes de ser él quien explotó, inundándole con su semilla, marcándole de nuevo con su esencia, con su olor.
«Nuestro».
«Sí, nuestro compañero».
Jadeó cuando le sintió salir de su cuerpo y sonrió al notar cómo le limpió, acariciándole suavemente. Donovan era un lobo que siempre le sorprendía y le gustaba ver que solo a él le mostraba su lado más dulce, más cariñoso.
—Definitivamente, esto lo tenemos que repetir más a menudo —sonrió Luke enderezándose y recomponiendo su aspecto, recolocando su camisa y abrochándose los pantalones.
—Tantas veces cómo lo desees, mi amor.
Luke sonrió y se echó a reír devorando con los ojos a su lobo.
—Me encanta cuando me llamas así —le abrazó, dándole un tierno beso en los labios, apenas una caricia que mostraba todo el amor que que tenía por él.
—Lo se —le devolvió la sonrisa Donovan, abrazándole a su vez, disfrutando de esos minutos a solas. El sexo era bestial con su compañero y necesitaba unos minutos para recuperarse, para calmar a la fiera de su interior que aullaba deseando un nuevo asalto.
Luke apoyó la frente en el cuello de su compañero, y suspiró abrazándole fuerte.
—No quiero salir... Es absurdo, ¿no?
—No, no lo es, pero llegó el momento de regresar a la Convención y... —detuvo las caricias que le estaba prodigando a lo largo de toda la espalda, para separarle antes de ordenarle con voz enronquecida—. Ni una foto más, Luke, no quiero a ninguno de esos humanos cerca de ti o no respondo.
—¿Y qué me harás?— preguntó disfrutando de los celos que leía en los ojos del lobo.
Sabía que era un lycan celoso por naturaleza, que se volvía loco cuando olía a otros en su piel, que deseaba marcarle y follarle cuando temía perderle, que moriría si se alejaba de él, al igual que entregaría su vida para salvarle de ser necesario.
Y aún así, le amaba, con toda su alma, agradeciendo cada día el haberlo conocido.
Donovan se acercó y le susurró algo al oído que le puso colorado.
¡Oh, sí! Eso también lo quería.
—¿Cuándo nos vamos a casa?
—¿Pero no querías tomarte una foto con el Capitán Kirk? ¿No se acercaba hoy el actor que lo interpreta en la serie y...?
Luke asintió, dando un paso hacia atrás, abriendo la puerta del servicio y acercándose hasta los lavabos para lavarse las manos.
—Sí, ¿y?
Donovan le miró desde el lavabo de al lado donde se lavaba a su vez las manos.
—¿No querías foto con él y su autógrafo?
Luke negó con la cabeza, secándose las manos en el pantalón.
—¿Y? Eso lo puedo conseguir otro día, y si no me da igual, ahora lo que quiero es que me muestres... “tu anatomía vulcana, señor Spock en cuanto lleguemos a la nave” —soltó antes de echarse a reír.
Al otro lado de la puerta de los servicios
—¿Cuánto tiempo estarán ahí dentro?
Roberts se encogió de hombros, sin dejar de observar con atención a su alrededor. Eran los guardaespaldas de Donovan y como tal su misión era protegerle. Por desgracia, estar en medio de un local inmenso rodeados de locos que se disfrazaban de extraterrestres por amor a una serie vieja de televisión, no ayudaba a su tarea.
—¿Qué mas da lo que tarden? Al menos si están ahí dentro sabemos que están a salvo.
Cornell entrecerró los ojos y masculló por lo bajo.
—Mierda, esto ya es el colmo de nuestras responsabilidades, disfrazados de... cringlods...
—Es Klingons.
Roberts ignoró la mirada fulminante del otro y siguió en su labor de control de la masa que les rodeaba. Ya habían tenido que gruñirles a varios humanos que intentaron entrar en los servicios, por suerte no poseían valor suficiente para hacerles frente y se largaron con el rabo entre las piernas...
—¿De verdad? ¡Qué coño importa como se llama el puto disfraz! No me alisté en la guardia del alfa para esto.
—Deja tu puesto a otro lobo entonces, Cornell.
—Debería hacer eso —farfulló, cruzándose de brazos, mirando enfurecido a los humanos que pululaban por el lugar. Todos locos, trastornados.
—Eso si, recuerda lo que nos dijo el alfa.
De golpe Cornell perdió todo color y se puso tenso.
—Joder el video...—susurró apenas con un hilo de voz, pero Roberts le escuchó.
—¡Oh, sí el video, amigo mío! Recuerda lo que nos dijo, nos perdonaba la vida por haberlo subido a la web si nos asegurábamos de ser la sombra de su compañero, protegiéndolo con nuestras vidas, y si fallábamos....
—Nos destrozaría.
La puerta en esos momentos se abrió y apareció un Luke despeinado, enrojecido y oliendo a sexo, quien preguntó:
—¿A quién vais a destrozar?
Tanto Cornell como Roberts se pusieron firmes y se movieron para dejar pasar al compañero de su alfa.
—A nadie, señor.
Luke pasó por delante de ellos y sonrió a Donovan, susurrándole como si no supiese que los lobos eran capaces de escucharle:
—Tienes unos guardaespaldas que están medio locos, ¿lo sabías?
Donovan miró fijamente a sus hombres, quienes tragaron con dificultad, se leía peligro en esa mirada, pero el feroz lobo desapareció por completo cuando se giró para hablar con su compañero.
Era alucinante ver el cambio que provocaba ese humano en Donovan, como pasaba de ser un lobo salvaje a un cachorrito que se derretía por el amor de su “amo”, porque todo el mundo en la comunidad sabía que quien tenía la correa de esa relación era Luke. El ex policía era quien tenía el destino de las manadas en sus manos.
—No sabes cuanto, mi amor.
Las carcajadas de Luke provocó que Donovan le volviera a besar en medio del local, atrayendo la atención de todos, pero a la pareja parecía no importarle.
—Mierda de vida —mascullaron a la vez Roberts y Cornell, maldiciendo la hora en que se les ocurrió espiar a esos dos y grabar un inocente, bueno, no tan inocente video antes de compartirlo por las redes sociales lycans. Esa fue su sentencia de muerte.
Ahora Donovan los tenía pillados por los cojones, y como dicen los viejos cuentos...
Nunca hagas enfadar al lobo feroz, pues este no tendrá escrúpulos en quitarte la paga extra, el plus de peligrosidad y reducir a cero las vacaciones como pago al perdonarles el exponer en un vídeo a su compañero.
Maldito alfa.
Maldito Luke.
Y maldita serie vieja de televisión.
El día no podía ir peor, ¿o tal vez sí? Con esos dos acaramelados nunca se sabía, y por desgracia aún quedaba un largo camino hasta el hotel, donde respirarían tranquilos al perderles de vista.
Que ser guardaespaldas del alfa era un chollo de profesión. ¡JA! Que conociesen a esos dos... y ya dirían. El amor entre compañeros era hermoso, cierto, pero para ellos era un dolor en el culo y una patada en los huevos.
Fin de la historia.
Y quien le dijera lo contrario recibiría una buena hostia.